lunes, 1 de diciembre de 2008

Primeras palabras. Negación del olvido.




Elijo estas palabras de Julio Cortazar para inaugurar un espacio qué, sin prescindir del análisis, es en esencia un espacio para la acción, para la militancia y la crítica. Crítica entendida no ya en el sentido de impugnación, sino como aquella que "no se presenta ya como un fin en sí, sino únicamente como un medio. Su pathos esencial es la indignación, su labor esencial es la denuncia”. Y las elijo porque reflejan lo que siento y pienso resptecto de la más oscura y larga noche que nos ha tocado vivir como sociedad. Sé que el país de Nomeacuerdo amenaza con renacer cada tanto: con las leyes que saquearon la justicia; con un indulto obsceno de la mano del más obsceno gobierno que haya dado la democracia; con los atentados a la embajada de Israel y la AMIA; con el asesinato de Cabezas; con los veintipico de muertos de diciembre de 2001; con la ejecución pública de Costeki y Santillán; con las tizas manchadas con la sangre del maestro Fuentealba; con la sistemática negación que en cada juicio por la verdad, los juzgados, hacen de los desaparecidos; con la desaparición de Julio López... con tantas otras cosas que no nombro sólo porque la lista sería casi interminable. Esta amenaza no se mueve por sí misma, necesita de patas prestadas. Necesita de las patas prestadas de ciertos sectores de la clase media que cacerolea porque le metieron la mano en el bolsillo, que sigue caceroleando cuando los mas conspicuos representantes de la argentinidad derechoza, gorila y conservadora, es decir "el campo", sale a hacer el piquete más grande del que se tenga memoria, en defensa de intereses de clase, sin permitir que se les llame "piqueteros". Necesita de las patas de la inseguridad qué, a esta altura, es un colectivo que deja bien a varios sectores de la derecha autóctona más reaccionaria. Necesita de las patas de los memoriosos con recaídas, que recuerdan hoy con riguroso detalle nonbre, rango, número, fecha y hora de cada muerto a manos de las organizaciones armadas que actuaron en los setenta en Argentina y en casi todo el Cono Sur, cuando la Doctrina de la Seguridad Nacional, importada del Departamento de Estado Norteamericano, se imponía a machete y balazo; pero olvidan con riguroso detalle lo sucedido con miles de compatriotas que, todavía, siguen desaparecidos. Necesita, cómo se ve, de las patas de los dos demonios que caminan agazapados y se refugian en las cuevas que ahora y por ahora se abren timidamente los martes en una plaza y un día de cada octubre en otra. Pero ojo, esas patas son flacas, no soportan el peso de la ignominia, la vergüenza, el deshonor, la deshonrra y la barbarie; pero, por sobre todo, no soportan el peso de la historia; historia que mantenemos viva y activa cada uno de los qué, de una forma u otra, luchamos por la memoria, la verdad, la justicia; sin perdón, sin olvido y sin reconciliación.

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