Carta abierta a un facho, forro y forofo de la pereGilada progenocida.

Hoy pedimos justicia para "el Negrito" cómo pedimos justicia para con todos los desaparecidos. Si lo tomamos a él cómo ejemplo paradigmático es porque refleja la crueldad, la saña, el horror, la obscenidad, el gusto por el hacer sufrir. Es decir, lo peorcito de la condición humana puesto al servicio del exterminio de compatriotas. Parece que en "la guerra" qué según Horacio Ricardo Palma y otros pereGiles progenocidas,se desató en la Argentina de los 70 y en la cuál "triunfaron" los "heróicos soldados" que se consideran hoy "presos políticos", no era suficiente con "aniquilar" al oponente; también había que hacerlo sufrir, pero hacerlo sufrir de la peor forma: había que agarrarlo casi niño, y hacerle algo que lo destruya cómo niño, cómo varón, cómo humano. Había qué, aún a sabiendas que lo iban a matar, violarlo, introducirle algo por el ano cómo muestra de lo "macho" que puede ser un grupo de militares cuando le toca "jugarse la vida" ante un "peligrosísimo delincuente subversivo" de apenas 15 años. 15 años ¿será la edad de alguna de las dos chicas que aparecen en la foto?

Sería bueno que por un minuto, Horacio Ricardo Palma, sea menos hijo de puta, menos forro, menos sorete, menos facho y, que también por un minuto, abandone ese doble standard moral que le permite horrorizarse por el aborto , pero no mover un dedo por una criatura secuestrada, torturada, vejada y asesinada; ese doble standard moral que le permite rasgarse las vestiduras ante los "regímenes autoritarios" de américa latina y tener por justo y necesario a "el proceso" con su vorágine de sangre y muerte; ese doble standard moral que le permite fotagrafiarse junto a sus hijas adoslescentes y no ser capáz de verlas reflejadas en cualquiera de las niñas que padecieron el horror del secuestro, la tortura, la violación y la muerte; ese doble standard moral que le permite compartir "el mate y los bizcochitos" con torturadores, violadores y asesinos, pero a la vez le permite indignarse por el precio del reloj de la presidenta. Digo que abandone esa obscena posición de "Señor Galindez"que le permite sin cargos de conciencia preocuparse por su hija mientras picanea con saña el cuerpo desnudo de una mujer y asuma que entre estos casi ochenta adolescentes desaparecidos, ochenta entre miles, hay quienes tenían es ese momento la edad, las ganas, el amor por dar, el futuro, la sensibilidad, la inteligencia, los miedos y las ilusiones que tienen hoy sus hijas, esas con las cuales tiene la suerte de compartir sus días sin miedo a que algún "oficial de inteligencia" las considere "un objetivo", un "blanco móvil" y tale su vida para siempre.

No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
Juicio y castigo. No a la impunidad.
¡Cómo a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar!