Con 18 años fue llamado por un gobierno ilegal a cumplir con la ley. Y lo mandaron a la guerra, y lo abandonaron a su suerte, y lo hambrearon y los sometieron a la tortura del frío. El Estado terrorista, encarnado en la más sangrienta dictadura que no dudó en asesinar a Juan, cómo antes no había dudado a la hora de estaquear, torturar o humillar, a su propia tropa; cómo antes no había dudado, en el contexto de una guerra imaginaria, en torturar y hacer desaparecer a decenas de soldados conscriptos, es el responsable de la muerte de Juan. Y por favor, no me vengan con eso de la defensa de la patria y otros cuentos.
¿Se habrá preguntado Juan: para quién?
¿Para una junta militar que luego le negaría el reconocimiento y que los ocultaría a la vista?, ¿para una sociedad que estafada moralmente con una trampa tendida sobre un sentimiento genuino, luego le daría vuelta la cara?.
Algún día podremos, porque debemos, reconocer la dimensión de lo sucedido con Juan. Algún día reconoceremos que el Estado terrorista lo sacó de su hogar y de su familia; que el Estado terrorista lo llamó a defender la soberánía del territorio al mismo tiempo que avasallaba la de su pueblo; que el Estado terrorista lo llevó a Malvinas; que el Estado terrorista lo abandonó; que el Estado devenido en terrorista lo asesinó.
Para Juan Quintana,
memoria, verdad y justicia.
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